LA FOSA: CADA OBJETO UNA HISTORIA.

Nueva sección de CRONICAS A PIE DE FOSA, en la que mostraremos cada vez un objeto personal exhumado de una fosa, tras el cual hay una historia arrebatada por la barbarie.

Su descubrimiento en la fosa da mucho en que pensar, sobre todo en el momento en el que aparece entre los huesos y la tierra. Los sentimientos se disparan y la imaginación te hace ver como el objeto toma vida propia. El cuidado y respeto con el que se recoge de la fosa es un momento muy especial, no tenemos palabras.

Imagen de cabezera: Autor:  Álvaro Minguito / DISO Press




UN CABLE COMO ATADURA.

«Un simple cable eléctrico usado como atadura de personas».

En esta ocasión no vamos a hablar de los objetos personales de las víctimas, que aparecen en las fosas tras su exhumación y que gracias a ellos podríamos identificar. Hoy vamos a relatar un objeto que fue puesto de forma violenta a las personas que pensaban hacer desaparecer, asesinar de forma facil, sin poder defenderse y que demuestra la cobardía de sus verdugos.

Este objeto a simple vista es un cable eléctrico, atado de forma extraña, pero que tras él hay un oscuro significado. Fue usado como una atadura de necesidad por los asesinos fascistas, que la utilizaron  para atar a las personas que iban a “pasear”.

Se encuentra por desgracia de forma habitual en fosas comunes de la represión asesina fascista, inmediatamente despues del golpe de estado militar, pero también durante y tras la guerra civil, como es én este caso.

Este cable que aparece en la fotografía pertenece a uno de los nueve cuerpos hallados en la exhumación de la fosa de Chillón en Cidad Real. Fue exhumada por los compañeros de la ARMH en el año 2011.

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Cable usado para atar a los paseados de Chillón. Imagen propiedad de ARMH.

En la madrugada del 3 de junio de 1939, después de finalizada la guerra y en plena represión franquista, un camión se detuvo en la plaza del Ayuntamiento de Chillón y procedió a sacar presos de la cercana ermita del Santo Cristo, lugar en el que se encarcelaron a decenas de personas durante la Guerra Civil y el franquismo.

Los falangistas sacaron a ocho prisioneros y los subieron maniatados con alambres al camión, eran Marcelino Agudelo Serrano (44 años), Alfonso Capilla Casado (39 años), Isidoro Castillo Mosqueda (30 años), Bernardino Gallego Franco (17 años), Manuel León Rodríguez (29 años), Pablo Madrid Amaro (22 años), Patricio Mata Gómez (33 años) y Manuel Puebla Perianes (33 años). En ese vehículo ya se hallaba Julio Segador Núñez (39 años), sacado de su casa unos minutos antes.

Con la excusa de trasladarlos a la prisión de Almadén, el camión salió de Chillón rumbo a El Contadero, lugar en el que existía un gran agujero provocado por las explosiónes de una bombas, excedentes de guerra. Allí los asesinaron y los dejaron a la intemperie. Cinco días después, un antiguo Guardia Civil de Almadén y familiar de dos de las víctimas, se presentó en Chillón e hizo correr la voz de que había visto a las nueve víctimas en la finca “El Contadero”, muertas.

Tras su exhumación e identificación, fueron entregados los restos a sus familias el 1 de mayo de 2012.

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En la exhumación de las cuatro fosas de Estepar en 2014-2015 ya encontramos  pruebas de prisioneros asesinados con las manos atadas a la espalda, posiblemente con cuerdas o cintas de cuero, que no fueron encontradas por haber desaparecido. Imagen Crónicas a pie de fosa.

FUENTES CONSULTADAS.

https://www.flickr.com/photos/memoriahistorica/sets/72157641947720124

http://memoriahistorica.org.es/s5-documentos/c46-libros-de-visitas/exhumacion-chillon/

https://www.flickr.com/photos/memoriahistorica/sets/72157641213255784/


UN BOTON DE UNIFORME.

«El policía municipal que fue leal a la república».

Durante las obras de construcción en el año 2009 del segundo cinturón vial de San Sebastián (Gipuzkoa), en la zona conocida como «El Puente de Hierro», se encontraron evidencias óseas que informaban de la existencia de posibles fosas comunes de la guerra civil.

Notificado el suceso por los constructores a las autoridades, fue encargada la investigación a Aranzadi, que bajo tutela judicial, excavó y exhumó, con carácter de urgencia en el mes de julio de ese mismo año, las dos fosas localizadas. En la primera se hallaron los restos óseos de 3 personas y en la segunda los restos de otras 4 personas más.

En la primera de las fosas se encontró este botón que pertenece al uniforme de la policía municipal de San Sebastián.

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Botón de uniforme de la policía municipal de San Sebastián durante la guerra civil. Fotografía propiedad de Aranzadi.


UNA PLUMA ESTILOGRAFICA.

«El último parte de guerra que firmó el comandante Cándido Saseta en Areces, fue posiblemente con esa pluma».

El 23 de febrero de 1937 caía en acción de guerra el comandante del Euzko Gudarostea Cándido Saseta Etxeberría, jefe de una de las Brigadas Expedicionarias Vascas  en los prados de Areces, localidad del concejo de Regueras (Asturias).

Junto a él perecieron 120 gudaris y milicianos de ANV, 18 del PNV y 12 de UGT.  De ellos,  80  que estaban heridos, fueron asesinados a bayoneta en el hospital.

El llamado «Pradón de los Vascos» alberga los restos de esos soldados republicanos muertos en cinco fosas, enterrados por los vecinos tras ser obligados por los soldados franquistas.

Uno de esos vecinos, llamado Ramón Valdes, de 86 años en 2008, relata que «los vascos muertos en combate entre el 21-23 de febrero de 1937 fueron entre 20 y 30 y quedaron enterrados (o mal enterrados) en su mayoría en los caminos que suben de Promuño a Areces. Él ayudó a enterrar y a despojar de sus enseres a algunos de los muertos. Los heridos de esos días quedaron en el llamado Palacio de Areces (unos 80) y fueron copados por un tercio franquista y un batallón de legionarios marroquíes que los mataron en la mayoría de los casos a la bayoneta. Fueron enterrados en terreno del mismo Palacio junto a una casa para palomas, en una trinchera cavada en zig-zag».

Sin embargo, el cuerpo de Saseta, muerto de un disparo en el combate por balas enemigas, fue enterrado también por los vecinos pero en un lugar distante  unos 200 metros de sus subordinados, junto a un camino. El mismo testigo informa que el enterramiento era “de dominio público”. La identificación de Saseta se produjo porque era el único que llevaba uniforme militar , algo totalmente cierto y que robaron sus pantalones.

En 2008 la Sociedad Aranzadi localizó el lugar y se exhumaron los pocos restos óseos que la acción del tiempo y la acidez del terreno conservaron.

El informe de exhumación de la Sociedad Aranzadi nos dice :«el enterramiento se produjo a escasos 30 cm. de profundidad y fue cubierto con tierra y piedras del mismo muro a 1,70 m de la encina existente en el lugar (hoy día se percibe el tocón). El cuerpo fue inhumado en posición decúbito prono con los brazos extendidos. Bajo el mismo localizamos el casquillo de un proyectil de fusil».

Junto con ellos se hallaron varios objetos personales de Cándido Saseta, consistentes en una pluma estilográfica, dos mecheros de cuerda y un disco metálico, a modo de placa de identificación, en el que consta “Fábrica de vagones de Beasain” con el número 857.

Hace poco tiempo descubrieron una serie de documentos inéditos que arrojaron luz sobre la muerte del militar vasco. Se trata de una carpeta que custodió el PNV en París y que incluye un dossier sobre la muerte de Saseta (La muerte del comandante Saseta), así como partes de guerra sobre las operaciones de los gudaris en Asturias. Sobre el fallecimiento del comandante, un parte de guerra dice cómo un enlace del batallón Amayur apellidado Lartitegi Arrazola encontró en el fragor de la lucha al comandante Saseta tendido en el suelo con una herida sangrante cerca del oído. “Asegurado de que era cadáver”, el gudari tomó la pistola de Saseta y se retiró a la localidad de Premoño.

En 2009 los restos de Saseta se entregaron a su sobrina Arantza Saseta y fueron enterrados en el cementerio de Hondarribia (Gipuzkoa) en un emotivo homenaje.

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Estilográfica hallada junto a los retsos oseos de Cándido Saseta en Areces. Imagen propiedad de Aranzadi; «Información relativa a la exhumación de Cándio Saseta Etxeberria en Areces (Asturias). 2008.»


UN PEINE.

» Solo llevaba un peine en sus bolsillos antes de que lo mataran y pensó si sería suficiente para que alguien identificara su cuerpo».

Entre los restos óseos de multitud de asesinados por la represión franquista desde el golpe de estado, guerra civil y persecución política, aparecen multitud de peines de diversos tipos y formas.

El peine es un objeto personal muy común en la vida de las personas que por su modesto tamaño muchas veces se llevaba encima, en los bolsillos.

Cuando abrimos una fosa común y aparece un peine, lo primero que nos llega a la mente es si, a través de ese modesto objeto, se podrán identificar los restos de la persona que lo portaba. Sabemos que para ello tendría que tener restos biológicos de pelo, no degradado por el tiempo, los abonos químicos o la cal.

Por eso cuando hallamos un peine junto a los restos, lo recogemos con sumo ciudado, con mimo y absoluto respeto. Luego lo etiquetamos convenientemente y lo guardamos con la esperanza de que el laboratorio o el hallazgo de otros objetos más personales nos den la identidad de la persona.

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Peine localizado junto a restos óseos en la exhumación de una fosa común. Imagen Oscar Rodríguez.


UNAS SUELAS.

«De los niños arrojados a la sima solo quedan algunos huesos y las suelas de su calzado».

Después de 80 años desde que fueron arrojados en 1936, tal vez con vida, a la sima de Legarrea (Gaztelu-Navarra), sus restos han sido localizados y rescatados por Paco Etxeberría y su equipo de Aranzadi en el mes de octubre de 2016.

Eran seis de los siete hijos del matrimonio Pedro Sagardia Agesta de 46 años y su mujer Juana Josefa Goñi  de 38 años. Tanto ella como sus hijos menores fueron arrojados a la sima y sus nombres eran: Joaquín de 16 años, Antonio de 12, Pedro Julián de 9, Martina de 6, José de 3 y Asunción de año y medio. Además la madre estaba embarazada de siete meses.

Sus asesinos no tuvieron ningún reparo en asesinar a la madre embarazada y a los niños, pero su mala acción fue tapada tanto por los vecinos del pueblo como por el propio régimen franquista, a pesar de que la familia estaba emparentada con el general golpista Sagardía.

La mala conciencia social mantuvo el secreto de sus asesinatos en el recuerdo de una «leyenda rural» que ocultaba la realidad del atroz crimen ocurrido el 30 de agosto de 1936. El manto de silencio ante lo ocurrido fue un tabu del que nadie hablaba, pero del que todos sabían.

Hoy estan nuevamente con nosotros, con su familia, aunque solamente sean unos pocos restos óseos y varias suelas del calzado, que llevaban los niños cuando fueron arrojados al vacio de la sima.

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Suelas de calzado de los niños, recuperadas del fondo de la sima de Legarrea. Imagen video ETB (Euskal Telebista).

http://www.eitb.eus/es/noticias/sociedad/videos/detalle/4438231/videohallan-restos-juana-josefa-goni-sima-legarrea/+

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Cartel artístico idealizado de la familia Sagardia-Goñi asesinados y arrojados a la sima. Imagen http://simasyfosascomunesnavarra.blogspot.com.es/


UNA LLAVE.

«La mantuvo escondida en su bolsillo con la esperanza de volver a abrir la puerta de su casa».

En abril de 2015, durante la Semana Santa, se excavó la llamada «4ª fosa» de Estepar en Burgos. Recordemos que en realidad era la primera hallada en 2014, pero que se dejó para el final al localizar y excavar en el mismo lugar otras 3 fosas más.

En las tres primeras se exhumaron los restos de 70 personas, hombres «liberados» de la cárcel de Burgos pero trasladados al monte de Estepar y asesinados.

En la «4ª fosa» se localizaron los restos de 26 personas, muchas más de las que en un principio se esperaba. En total se hallaron 96 personas.

En la tierra extraída de entre los huesos, que después se llevaba al lado para cribar cuidadosamente por los voluntarios, hallamos un pequeño objeto de hierro oxidado y fragmentado por el tiempo. Era una llave.

La llave estába partida por la mitad, la cual no se encontró y que posiblemente se degradó por el tiempo. Su propietario la llevó consigo durante todo el tiempo que estuvo preso en la cárcel de Burgos, posiblemente escondida entre sus ropas o en la propia celda. Al final al verse libre, por un documento que lo acreditaba falsamente redactado para secuestrarlo, recogió la pequeña llave escondida de la puerta de su casa. Quería dar una sorpresa a su familia y entrar sin llamar a la puerta.

No fue posible, los asesinos lo mataron junto a otros compañeros de prisión y lo arrojaron como un animal a una fosa con la llave en su bolsillo.

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La llave de hierro fragmentada localizada en la 4ª fosa de Estepar. Imagen CRONICAS A PIE DE FOSA.


UN RELOJ DE BOLSILLO Y OTRAS COSAS…

«Su reloj se paró cuando marcaba exactamente las cuatro y cuarto».

Pertenecían al individuo 124, igual que el resto de objetos personales que estaban en su bolsillo,  unas cuantas monedas, un mechero de gasolina y una boquilla para fumar.

La fosa común de Teba en la provincia de Málaga era en realidad una zanja de 25 metros de largo por dos de ancho emplazada en el propio cementerio de la localidad.

En ella aparecieron en el año 2012 los restos de 151 personas asesinadas por fusilamiento  desde el 15 de septiembre de 1936 hasta el 23 de febrero del 37. Ese último día, ya por la noche, fue cuando se asesinaron a más de 80 vecinos del pequeño municipio.

Después de la toma de Málaga, en 1937, muchos hicieron caso de la falsa amnistía dictada por el bando de Franco, que anunciaba indultos para aquellos que no hubieran cometido delitos de sangre.

Aún se recuerdan las caravana de familias a la entrada del pueblo a su regreso tras la huída ante la llegada de las tropas franquistas. Había, incluso, vecinos que habían dado marcha atrás desde la carretera de Almería. No hubo perdón ni clemencia para nadie,  a partir del 12 de febrero, las casas fueron convertidas en cárceles improvisadas. Comenzó la venganza, las listas negras y las delaciones. Detrás llegaron los primeros paseos al cementerio, situado a un kilómetro del pueblo.

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Imagen:http://www.lainformacion.com/politica/autoridades-locales/la-arqueologia-del-horror-de-la-guerra-civil-revela-sus-hallazgos-en-malaga_RaDpI3QV8CvTo3gja3W507/


UNA CHAPA DE IDENTIFICACION.

“Tras un número impreso en una chapa, está la identidad de un combatiente”.

Fue hallada en agosto de 2014 durante un proyecto de campos de trabajo, promovido por el Ayuntamiento de Lemona con la colaboración de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, para la recuperación y puesta en valor de las líneas de trincheras de Peña Lemona, donde tuvieron lugar importantes enfrentamientos militares en junio de 1937.

Coincidiendo con dichas tareas, en una prospección realizada en la ladera norte, Alberto Sampedro, de Euskal Prospekzio Taldea y miembro de Aranzadi, localizó un objeto metálico a escasa profundidad, que resultó ser una placa de hebilla de cinturón del Ejército Vasco. Junto a dicha placa se hallaban, asimismo, dos cartucheras, así como restos óseos que indicaban la presencia del enterramiento de un combatiente.

La exhumación tiene lugar el 26 de octubre de 2014 y entre los restos aparece pulsera de cadena de eslabones que presentaba en la muñeca izquierda. De dicha pulsera pende un disco metálico que tiene grabado el número 72865, su chapa de identificación.

Tras consultar en el Archivo Nacional de Euskadi de Bilbao la relación de nóminas de los diferentes batallones que constituyeron el Ejercito Vasco, donde se recogen los números de chapas de identificación vinculados a los soldados a los que se habían asignados, se pudo descubrir que el número 72865 corresponde a HILARIO BLANCO REGUERO, natural de Barakaldo y miliciano del Batallón 28 de dicha ciudad perteneciente a UGT.

El 21 de febrero del año 2015 se hizo entrega a su hermana y demás familiares  los restos de Hilario Blanco en el Salón de plenos del Ayuntamiento de Lemona.

https://cronicasapiedefosa.wordpress.com/2015/07/22/el-soldado-gudari-de-pena-lemona/

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Chapa de identificación en el momento de ser hallada. Imagen propiedad de Aranzadi.


UNAS GAFAS.

“Una pareja de guardias civiles [de adscripción falangista] iba todos los días con unos papeles, barracón por barracón nombrando. Luego a la noche siguiente venían a por ellos… Los que fusilaban eran falangistas. Los fusilaban en el cementerio de Castuera. Hacían las zanjas por el día [en el cementerio]. Nosotros, que íbamos a arreglar unos caminos que iban para Castuera, veíamos las zanjas hechas, y al día siguiente cuando íbamos por allí a arreglar eso, ya veíamos un trozo grande que lo habían tapado”.

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Gafas tintadas halladas junto al individuo nº 21 en el cementerio de Castuera (Badajoz). http://guerraenlauniversidad.blogspot.com.es/2013/04/memoria-de-las-excavaciones.html

El relato anterior es una descripción relatada por un testigo de los hechos, que afortunadamente a pesar del tiempo pasado, ha servido para tratar de conocer la verdad de los asesinatos llevados a cabo sobre los presos del Campo de Concentración de Castuera en Badajoz.

En la fosa nº 7 del cementerio municipal de Castuera  aparecieron junto a los restos del llamado individuo 21 unas “gafas de cristales tintados”, unas gafas de sol para entedernos.

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Objetos asociados al individuo nº 21 entre los que se encuentran las gafas.

En 2011 se localizaron 9 fosas. Fueron exhumadas la número 6 y la 7 con un total de 22 personas. En la fosa nº 7 se hallaron  los restos de 6 personas.

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Croquis de la fosa nº 7 con los restos humanos hallados.

Esta información esta sacada del informe de los trabajos arqueológicos desarrollados en agosto y septiembre de 2012 en las fosas comunes del cementerio de Castuera (Badajoz) y el vecino campo de concentración franquista, que estuvo en uso entre 1939 y 1940.

Las investigaciones son continuación de las realizadas en 2010 (campo de concentración) y 2011 (cementerio). Las campañas de 2011 y 2012 han sido promovidas por la Asociación Memorial Campo de Concentración de Castuera (AMECADEC) y financiadas por el Ministerio de Presidencia.

Fuente del texto y fotografías del informe:

“Excavaciones arqueológicas realizadas en el campo de concentración y cementerio municipalde Castuera (Badajoz) (2012)”. Xurxo M. Ayán Vila y Alfredo González Ruibal (dirs.)


UN ZAPATO DE TACON.

«Su principal y único «crimen» el haber sido protagonistas de manifestaciones a favor de la II República y haber luchado por la liberación de la mujer en todos los ámbitos de la vida cotidiana»

Las ejecuciones que el régimen franquista llevó a cabo en la localidad de Fregenal de la Sierra (Badajóz) fueron realizadas principalmente sobre hombres, aunque se sabe que también  existió un gran número de mujeres ejecutadas.

El blog Arqueología de la Guerra Civil Española nos dice al respecto:

«Algunas, mujeres “de bandera”, como la Chata Carrera que se paseaba a caballo por las tierras de la comarca de Sierra de Suroeste pregonando las ideas que llevaran a la humanidad a la revolución social, y liberaran a la mujer de la opresión. Otras, jóvenes vecinas, se organizaban para mejorar su situación laboral y personal, y algunas, fieles compañeras de relevantes personalidades políticas, gestaban en su interior el futuro de la humanidad.

Todas ellas habían conseguido ver con sus propios ojos el gran cambio que la II República trajo a la feminidad de nuestro Estado, sin tener que abandonar ni supeditar por ello su propia condición y género.

Pero finalmente, todas igualmente vieron frustrada su lucha y su destino, junto al de sus frutos, enterrados junto a la II República en las fosas comunes del cementerio de Fregenal de la Sierra»

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Zapato de tacón asociado a un individuo de sexo femenino enterrado en la Fosa 1 del cementerio de Fregenal de la Sierra.

http://guerraenlauniversidad.blogspot.com.es/2012/12/revolucionarias-de-tacon.html


UNA BOTELLA.

» Botellas entre las piernas de los enterrados»

Según una Orden del General Franco de 22 de enero de 1937 relativa a la inhumación de combatientes y su identificación, cita una serie de supuestos a tener en cuenta. Uno de ellos dice: « El cadáver, en el caso debe tratarse de un soldado o combatiente, se enterrará con la medalla de identidad reglamentaria. Pero si carece de ella se colocará entre las piernas una botella taponada dentro de la cual irá la filiación sucinta del inhumado».

En el llamado «Cementerio de las botellas», cementerio del penal- sanatorio Fuerte San Cristóbal en el monte Ezkaba de Pamplona, se cumplió afortunadamente esta orden, aunque la mayoría de las veces sólo se aplicó con los soldados y combatientes del ejército rebelde.

En éste cementerio hay un registro de 131 enterramientos de presos muertos por enfermedades principalmente. Desde el año 2007 y en varias campañas hasta 2013 se realizaron exhumaciones a cargo de la Sociedad Aranzadi que lograraron rescatar los restos de 45 personas reclamadas por los familiares.

Los 131 enterramientos presentaban entre sus piernas una botella con un documento identificativo de la persona enterrada, que en algunos casos se ha perdido.

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Imagen Koldo Pla.


UN CRUCIFIJO.

«Sus asesinos vieron antes de disparar el crucifijo que portaba, más no les importó… era un cura rojo»

A lo largo de la fosa de más de 30 metros de larga había 59 personas asesinadas y enterradas en el olvido en Gumiel de Izán, cerca de Aranda de Duero en Burgos. Fue exhumada en el año 2011 por Aranzadi y la Asociacíon para la Recuperación de la Memoria Historica de Burgos.

A los asesinos no les dio tiempo a matar a todos los que querían, porque esta fosa estaba preparada para albergar aún más cuerpos. Los últimos metros de zanja están cavados, pero vacíos

Junto a los huesos también ha aparecido un crucifijo de 10 centímetros, de los que se colgaban al cuello Se cree que pertenece al franciscano Emiliano María Revilla, detenido por un grupo de falangistas el 29 de julio de 1936 en su pueblo burgalés, Revilla Vallejera, por ser considerado “un cura rojo que denunciaba el hambre y la miseria de los campesinos”. El padre Revilla fue llevado hasta la prisión central de Burgos. Salió de ella con otras 13 personas en una saca el 4 de septiembre de ese año.

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Crucifijo hallado junto a los restos óseos en la fosa de Gumiel de Izán (Burgos). Imagen Oskar Rodríguez.

http://florentinoareneros.blogspot.com.es/2012/06/vida-y-muerte-del-padre-revilla.html


UNA CARTERA.

«Se paró el reloj en su cartera una vez muerta y sus llaves no abrieron más la cerradura de su casa».

En la fosa de Valdediós en Villaviciosa (Asturias) aparecieron en la exhumación del año 2003 los restos de 17 personas, hombres y mujeres asesinados por los fascistas.

El llamado «individuo 17» presentaba en el momento de su exhumación una cartera de piel de cuero en cuyo interior hay un reloj de pulsera femenino y dos llaves pequeñas. También láminas metálicas en el tórax que corresponden a un corsé y plomos para las prendas de vestir. El informe dice que era una mujer de entre 20 y 40 años.

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Montaje sobre fotografías originales del Informe relativo a los restos humanos hallados en la fosa de Valdediós (Asturias). Dpto. de Antropología. Sociedad de Ciencias Aranzadi.

https://www.google.com/search?q=hospital+de+valdedios+informe+antropologia+forense+pdf&ie=utf-8&oe=utf-8


UN ESPEJO.

Su rostro reflejado en el cristal de un espejo, última visión antes de ser asesinada.

Uno de los objetos hallados en la exhumación de la «fosa de las mujeres» era un espejo y pertenecia de una mujer coqueta que llevaría en los bolsillos de su ropa. Este humilde objeto rescatado de entre la tierra, nos muestra la vida cotidiana de una mujer antes de ser apresada por los enemigos de la libertad. ¿Cuantos momentos capturó ese espejo de su vida privada?

En abril del año 2012 se exhumaban dos fosas comunes en Espinosa de los Monteros, una de hombres con 9 cuerpos y otra distante unos 200 metros de la anterior con los restos de 4 mujeres.

El 20 de octubre de 1936 un grupo de desalmados falangitas asesinaba de forma indiscriminada a 13 personas en Espinosa de Los Monteros (Burgos) y los enterraba de forma ilegal en dos fosas para tratar de borrar sus crímenes.

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Fotografía Oskar Rodríguez.

http://politica.elpais.com/politica/2012/04/05/actualidad/1333653419_849770.html


UN LAPIZ.

Un pequeño lapicero, un tesoro en prisión.
¿Cuantas cartas su dueño escribió a su familia y a la de sus compañeros?

El pequeño lapicero salió entre la tierra que se cribaba por voluntarios junto a la fosas de Estépar. Primero localizamos una parte de la madera exterior y rápidamente paramos la criba. Había que mirar con detenimiento y buscar las otras dos partes que faltaban de ese lápiz no mayor de 3 cm. Primero apareció la otra parte de madera y al final la mina, la cual colocamos cuidadosamente dentro de una de las partes.

Finalmente después de verlo con detenimiento y disfrutar de su hallazgo, pensamos rapidamente en su dueño asesinado en la fosa y al instante llevamos el pequeño objeto al técnico que practicaba la exhumación, quien con sumo cuidado colocaba junto a los huesos el lapicero.

Imagen: CRONICAS A PIE DE FOSA. Fosas de Estepar (Burgos).

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